Hay una larga tradición de mujeres a lo largo de la historia, con conocimientos extraordinarios sobre el poder curativo de las plantas y los usos medicinales de las mismas. Eran ellas las que aportaban los primeros cuidados farmacéuticos, higiénicos y médicos. Ahí están figuras como Hildegarda de Bingen, abadesa del siglo XII, que entre otros muchos textos, escribió “Causas y soluciones”, un texto médico con recomendaciones y usos medicinales para diferentes enfermedades.
En España, a pesar de las dificultades de las mujeres para acceder a la Universidad (Concepción Arenal, en 1841, acudía a la Facultad de Derecho vestida de hombre, para poder asistir la clase), se tienen datos mujeres licenciadas en farmacia desde el siglo XIX. En la década de los años 30, la cuota femenina en el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid, llegó a alcanzar el 25% de la colegiación total. Ahí estaban Josefa Bonald (Madrid, 1893), que registró catorce medicamentos, entre 1923 y 1935, o Rosa Martín de Antonio (Guadalajara, 1891), afiliada al partido republicano y exiliada a Venezuela durante la guerra civil. Teresa Gonzalo Lázaro, pertenece a una nueva generación de farmacéuticas, que, como muchas de sus antecesoras, ha conseguido desarrollar una sustancia, un gel, de gran interés para la salud de las mujeres, ya que previene el contagio del VIH. Teresa Gonzalo tiene dos patentes mundiales, resultado de la investigación en la Universidad de Santiago junto a la científica y profesora universitaria María José Alonso Fernández.