Dado que el teatro ha sido uno de los géneros literarios de exclusión para las escritoras a lo largo de la historia de la literatura –no así la narrativa o la poesía- se desarrollará este apartado de la forma más precisa posible. Durante la década de los setenta, hacia los últimos años del franquismo, dos escritoras de teatro, Carmen Resino y Ana Diosdado, ejercen de pioneras: la calidad de su obra y la atención que les brinda la crítica así lo atestiguan.
Llegados los ochenta, iniciado el periodo democrático, configuran la nómina: Concha Romero, Pilar Pombo, Carmen Resino, María Manuela Reina y Antonia Bueno. En 1984, se incorporan Paloma Pedrero y Maribel Lázaro. Llegan al universo de la escena a través del Centro de Nuevas Tendencias Escénicas dependiente del Centro Dramático Nacional.
En 1986, a través de la revista teatral Primer Acto, Lourdes Ortiz (novelista) se agrega al grupo de mujeres dramaturgas junto con Maribel Lázaro, Paloma Pedrero, Carmen Resino, Concha Romero y Yolanda García Serrano (destacada guionista de nuestro cine contemporáneo).
El nacimiento de premios Marqués de Bradomín, -destinados a menores de 30 años- premia a varias escritoras: Margarita Sánchez fue la primera dramaturga española galardonada, en la edición de 1989, por Búscame en Hono-Lulú; en 1995, será Yolanda Pallín, con su texto La Mirada; en 1997, Itziar Pascual por La mirada de Penélope; en el año 2000, Quince peldaños, de Gracia Morales; en 2001, La herida en el costado, de Pilar Campos. Más tarde llegó el accésit para dos escritoras: María Velasco, con Perros en danza, en 2010, y Lucía Carballal, con la obra Mejor historia que la nuestra, en 2012.
Entre las dramaturgas de los noventa cabe señalar a Pilar Pombo, Paloma Pedrero, Carmen Resino, Lidia Falcón, Luisa Cunillé, Laila Ripoll, y Elena Cánovas. Esta última tiene una enorme repercusión, puesto que su obra Mal bajío fue representada por un grupo de presas. Ella, en calidad de funcionaria de prisiones en la cárcel de mujeres de Yeserías y Licenciada en Dirección por la RESAD, crea en 1985 el grupo de teatro Yeses, sabiéndose heredera de los principios de Clara Campoamor, Concepción Arenal y Victoria Kent, quienes piensan que la cultura puede ser un elemento regenerador. Por último, cabe señalar la relevancia de la dramaturga Beth Escudé i Gallés, también de los noventa.
Al llegar al siglo XXI, se evidencia un trabajo de fondo, de largo recorrido que ha de ser valorado de forma muy positiva; ahora bien, los obstáculos para la difusión en dramaturgia de autoría femenina, que han sido una constante en la tradición literaria en el ámbito hispánico, siguen todavía en pie.
Las asociaciones de mujeres dramaturgas se reunifican para aunar esfuerzos. Así nacen Las Marías Guerreras, que aglutinan a mujeres de todas las profesiones escénicas cuyo objetivo principal no es otro que visibilizar su creación contemporánea, plantear cuestiones de género y tratar de solventar la discriminación en el ámbito de las artes escénicas.
A las dramaturgas citadas con anterioridad, se unen las nuevas bajo la llamada “dramaturgia emergente”: Angélica Lidell, Nieves Rodríguez, Carolina África, Lola Blasco, Diana I. Duque, Vanesa Sotelo, Vanessa Monfort, Andrea Jiménez, Noemí Rodríguez.